Una conexión

Para Carlos todos los días desde que llegó a su nueva casa a principios de año tenían la misma rutina: Levantarse, buscar trabajo, preparar café y ver si algún conocido escribe algo en su red social favorita. La gente siempre asocia ese modo de vida a las grandes capitales, pero para Carlos, en cualquier ciudad es lo mismo. 


Después de la búsqueda de todos los días, Carlos esperaba en el paradero de buses para volver al hogar. Es en ese momento donde se dió cuenta de algo fuera de lo común. Normalmente en ese paradero o estaba lleno de gente o no había nadie excepto él. Hoy, en cambio, había una persona. Él solamente la miró sorprendido, para luego volcar su atención a su teléfono. Miraba los mensajes cuando de pronto una alerta lo sacó del letargo: «No te preocupes. No eres el único que se extraña al verme aquí».


Carlos sintió un miedo que lo hizo saltar del asiento. Llevaba meses sin entablar conversaciones con alguien a través de la red y sus amistades jamás le hablarían así. «¿Será acaso que alguien me está siguiendo?», se preguntó, mirando rápidamente su entorno. Sólo estaban esa persona nueva y él.


Dos minutos después, un segundo mensaje llega a su teléfono: «Sé lo que estás pensando. Soy buena persona. No te haré daño». Ya no quedaba duda para Carlos. Los mensajes eran de su nuevo compañero de asiento.


— Disculpe — dijo Carlos —. ¿Cómo consiguió mi contacto?


Para su desilusión, no recibió ninguna respuesta. Aquella persona estaba cubierta, con la cabeza mirando el suelo, pero nada que diera a entender que estaba con un teléfono o aparatos electrónicos con ella. Sólo sabía, por lo que captó en su mirada, que era mujer.


«Va a sentirse muy extraño, pero no sé como puedo comunicarme contigo de ésta forma. ¿Será alguna señal?», decía el nuevo mensaje que recibió Carlos. Fijó su mirada alrededor del paradero por si se acercaba algún bus, mas no encontró nada. Soledad y la extraña mujer. «¡Espero que ésto no sea una broma sino llamaré a la policía!», escribió como mensaje Carlos, ya que de forma verbal no lograba nada. Al minuto recibió una respuesta: «Me encantaría decir que es una broma, pero no lo es. Por cierto, gracias por responderme. Eso significa que no debo tener miedo aquí.», seguido de un emoticón feliz.


«Ya que no tengo nada que perder, seguiré la corriente», se dijo Carlos, con un poco de calma. «Está bien. No llamaré a nadie pero me debes decir porqué me escribes», le respondió él mediante texto.


Después de cuatro minutos, Carlos recibió esto: «No eres el primero que se sienta aquí, pero eres el único con el que siento una extraña conexión. Verás, no conozco este lugar y estoy algo perdida. Ya que el bus no llegará en un buen rato, ¿Qué te parece si nos conocemos mejor?».


Carlos le escribió preguntando su nombre y ella no supo responderle. Siguió el interrogatorio, pero ella no daba más detalles. Sólo sabía que estaba ahí por alguna razón. «Debe esperar por una cita y no conoce la ciudad. Le voy a preguntar», pensó él. 


Después del mensaje, recibió esto: «Eso quisieras. Llevo años sin siquiera conocer a alguien. Es más. Intenté comunicarme con gente que conozco, y nadie respondió. No pienses que estoy cambiando el tema pero, ¿Me ayudas a ubicar un lugar mientras conversamos? Pero no me mandes un mapa o una coordenada desde el GPS. Necesito caminar».


Carlos, sin tener idea alguna de su reacción, se levantó de su asiento y caminó junto a aquella mujer. Era extraño. Nunca antes habían cruzado palabra ni se habían visto, pero ahora, él sentía que la conocía incluso de años atrás. Mientras caminaban, llega un nuevo mensaje de su nueva compañera: «No sé nada de ti. Una pregunta para romper el hielo. ¿Alguna vez estuviste esperando a alguien que no llegó?».


Le pareció extraña esa pregunta, pero igual le contestó: «Hace unos meses, estaba en ese mismo paradero esperando a una chica. Era una de las pocas personas que me sacaban de la tristeza cuando llegué aquí. Quedamos de ir a tomar un café aquí cerca, sin embargo, nunca llegó. Pensaba que se le había olvidado. Sabes, es extraño. Días después, sus padres me llaman preguntando si la había visto, ya que a su departamento no había llegado. Es como si se la hubiese tragado la tierra, o perdido en el Triángulo de Las Bermudas.»


«Es muy extraño. Creo que así debería sentirme hoy. Pero como dice el dicho: No hay mal que dure cien años.», recibió como respuesta Carlos a su teléfono, seguido del dibujo de un rostro riéndose. De pronto, la caminata termina de súbito. Aquella persona queda paralizada enfrente de un lugar abandonado y con paredes que no se explica cómo siguen en pié.


«Debo quedarme aquí. Pronto me van a venir a buscar», recibió Carlos. Preocupado, ya que él conocía el lugar, le pregunta si desea que se quede con ella antes de que vinieran por ella. Después de un largo silencio, a su aparato le llegó esto: «No te preocupes, pero puedes hacer algo por mi. Sácame una foto y después una a este lugar. Luego, al número que vas a recibir en un rato, los envías y les envías un mensaje con tu identificación y diciendo que escuchaste un grito de adentro. Posíblemente de la mujer de la foto».


Carlos estaba paralizado del miedo y con ganas de huir. O al menos era lo que quería hacer, porque sus piernas no reaccionaban a sus órdenes y el brazo que sostenía el teléfono comenzaba a levantarse. Sus dedos en la pantalla hicieron que tomara fotografía del lugar. Cuando enfocó a la mujer, ella se levanta,  descubre su rostro y un rayo de luz tapa la visión de ambos. 


Una vez el brillo terminó, Carlos se reincorpora y nota un detalle extraño. estaba en el paradero, sentado en el mismo lugar, pero estaba sólo. Con un terror indescriptible, revisó su teléfono, pero no había ni mensajes, ni mucho menos fotografías. «¿Habrá sido un sueño?», se preguntó. En ese momento, un tumulto de personas pasó por su lado y se detuvo en el pequeño restaurante que estaba a su lado. Motivado por la curiosidad, entró allí. Se dió cuenta de que aquella gente estaba mirando hacia arriba, en la pantalla del viejo televisor que tenían ahí. El noticiero estaba puesto y el locutor decía:


— ¡Noticia de última hora! Hace unos minutos encontraron el cuerpo de una mujer enterrado en el interior de lo que quedaba de la fábrica de colchones. Los detectives explicaron que la fecha de defunción no es reciente y que recibieron la información gracias a un mensaje de texto que le llegó al teléfono de una mujer —.


Carlos estaba nervioso, pues reconoció el lugar. Pero lo que vino después lo paralizó. El noticiero informó que van a mostrar en pantalla las imágenes de forma exclusiva. Aparecieron en pantalla la foto del lugar tal cual él lo recordaba. Y la segunda foto, era una mujer, vestida como esa persona que él creía que era un sueño, pero el rostro le era familiar. Era aquella mujer, que Carlos esperaba meses antes, en ese mismo paradero, para ir a tomar un café.


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