Gabrielle, parte 1

 El día anterior fue un día muy ajetreado para Gabrielle. Ella es de esas personas que tienen toda su agenda ocupada. Debe hacer convivir su rol de madre con el de trabajadora y con el de activista. Tanto amigos como familia le han expresado de muchas formas el deterioro mental que le genera su forma de vida, pero Gabrielle no le da importancia a esas voces. Y no porque sean irrelevantes, sino que para ella, esas cosas son tan importantes como respirar.


Su mañana comenzó como cualquier otra. Mientras preparaba el desayuno para sus hijas, estaba pensando en su discurso en la reunión que tendría con un grupo de madres jóvenes. Estaba bien en esa rutina, cuando la detiene una voz en su cabeza. Lleva varios meses escuchando a una mujer. Gabrielle no la ve ni mucho menos la siente, pero cada vez que habla, es como si su cuerpo se detuviera por completo.


—¿No te cansas de sostener ésta mentira? — le dijo ese ser —. Todo lo que tienes es una mentira, Gabrielle. Sabes muy bien que no es lo que tu deseas, mi amada.


Gabrielle estaba desesperada. Ha intentado de todo. Ir a psicólogos, hacer meditaciones, escaparse a lugares de difícil acceso de vacaciones, pero nada. La voz la persigue, y tal parece que no desea salir de ella. Lo más extraño es que no es una voz extraña. Es como si la conociera.


Tal fue la desesperación de Gabrielle que de un grito desgarrador hizo que sus hijas corrieran a su lado. La encontraron de rodillas, con la cabeza a la altura de las rodillas y llorando. La levantaron del piso, pero algo no andaba bien. 


— ¿Qué es esa mancha que tienes en la mano, madre?— preguntó su hija mayor. 


Nerviosa, Gabrielle llevó su manos a la altura del rostro. La mano izquierda tenía sangre, pero no era el fluído lo que la atormentó. En la palma de la mano, la herida que emanaba la sangre, describía una figura. Era la representación de una letra. La letra “S”.



— Es sangre, cariño— dijo Gabrielle mientras sacaba del bolsillo de su abrigo un pañuelo—. No sientas temor. No es la primera vez en la vida de Mami que sufre un accidente.


Apenas su hija dio un paso atrás, Gabrielle se levantó. Todavía estaba asustada, pero no podía demostrar eso a sus familia. La forma de la sangre en su mano no le era extraña, más no conocía la letra y le hacía pensar. 




«Esa historia la enterraste hace tiempo. Y con ella también se fue la persona que fuiste», pensó Gabrielle, mientras daba la vuelta y miraba a su hija mayor con cariño y le entregaba un plátano para su colación.


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